La ciudad de Elda, que ocupa el solar de la antigua Illa musulmana y la Ella cristiana, está situada en el centro de un apacible valle y conforma hoy una gran mole urbana de 56.000 habitantes de ciudad industrial y laboriosa que tiene en la manufactura de calzado su mayor medio de vida, y cuyos elaborados productos de gran lujo y diseño se expanden en la actualidad por medio mundo.
En el siglo XIX, sobre 1838-1840, cuando era un pequeño pueblo agrícola, parece ser que surge una Fiesta llamada de Moros y Cristianos como evolución de la antigua “soldadesca” o milicia local que disparaba sus arcabuces en salvas de honor al patrón, con influencia de una cultura popular impregnada del espíritu romántico imperante en estas fechas. De esta rudimentaria Fiesta eldense nos habla el insigne tribuno Emilio Castelar, que vivió su infancia en Elda, en su obra “Recuerdos de Elda o las fiestas de mi pueblo”. También hay otros testimonios de estas fiestas decimonónicas -del historiador Lamberto Amat y de transmisión oral- que dejará de celebrarse a partir de los últimos años del siglo XIX, sobre1883.
En 1945 resurgen estas fiestas -que el año anterior habían protagonizado una manifestación “sui generis” con una heroica salida de festeros vestidos con trajes prestados en poblaciones vecinas. Se crean las cinco primeras comparsas que configuran ya una Fiesta que va creciendo a lo largo de los años creándose nuevas comparsas y adquiriendo una gran popularidad y plena participación de festeros.